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Empleo


  • No podemos quedarnos de brazos cruzados, es necesario generar algunos cambios para obtener mejores resultados y que sean extraordinarios.

    Creo que desde algún lugar, todos queremos la magia de las cosas diferentes y sorpresivas de la vida, esas cosas que cuando te las cuentan dices; Wow y ¿cómo lo has hecho?

    Hoy te comparto algunos pasos para que comiences a manifestar esos momentos extraordinarios, situaciones, personas o cosas. Lo cierto es que requerirá mucho de ti, de tu energía, y vibración. ¿Y de dónde crees que eso viene? Del pensamiento

    Para mi lo peor que puede pasarme es tener una vida ordinaria y sin grandes sorpresas, por qué te digo esto, porque muchas veces decretamos al universo: “quiero una vida tranquila y en paz”, claro, yo también la quiero, pero eso no implica que deje de hacer y me quede quieta esperando a que las cosas pasen.

    Si tus expectativas sobre la vida son, como decía mi abuela Carmen: “aquí estoy, andando” así será y también así será el impacto que ejerzas sobre los demás, la influencia que tengas. En cambio, mi abuela Emma, una mujer más sufrida, siempre estaba haciendo algo diferente, hablar con ella invitaba a inspirarme. Sin ánimo despectivos de la comparación, este es un ejemplo que sirve para este caso, porque no había como la pasta casera de Carmen.

    En los cuentos y novelas, viajas a otros países, a otros mundos, eres parte de una historia en la que comienzas a sentirte parte de ella, como si tu fueras la protagonista, ese escrito lo hizo alguien y supo cómo comunicarlo.

    Me ayudó mucho leer y luego conocer culturas, algo que también puede suceder al ver películas y documentarles. Entonces, cada vez que se me ponía algo en la cabeza iba por el sí. Pero también fui por el no. Al decir no, hoy no puedo saber cuál fue la experiencia que me perdí en el camino por rechazar algunas oportunidades que se presentaban.

    Uno de los métodos más eficaces para pasar de lo ordinario a lo extraordinario es decirle Sí a la vida. Sí a las nuevas propuestas, sí a los encuentros, sí a hacer algo diferente todos los días, sí. Di sí a tus amigos, colegas, a la familia, a las propuestas. Luego administra tu tiempo. Observa qué experiencias se abren cuando dices que sí.

    Como decía Wayne Dyer: Lo ordinario dice: “NO, no creo que pueda lograrlo”. No, eso no va a funcionar. No, ese objetivo es imposible para mi”. Entonces con ese no, atraes más no a tu vida, y la vuelves más común y ordinaria, y así nada nuevo sucede. Y también atraerás a personas con la misma energía, personas que no te ayudarán e incluso trabarán.

    Recuerdo un poema del poeta Hafiz, quien nos invita a tomar esa actitud del sí.

    “Rara vez sale de mi boca un no,

    porque bien sabe mi alma

    que Dios ha gritado sí, sí, sí,

    a todo movimiento luminoso de la existencia.”

    Di “sí” a todo el mundo siempre que puedas. Convierte el sí en tu mantra interior, ¿sabes lo que es un mantra cierto? Esas palabras que refuerzan una intención y que repetimos al cerrar los ojos y meditar, que nos conectan con nuestro interior y con la fuerza universal. Prueba este ejercicio esta semana, y te pido que al finalizar la semana, me escribas y cuentes qué fue lo diferente en tu vida, pero haz la tarea:

    Al levantarte en la mañana, haz que la fuerza de la creación del universo trabaje para ti:

    - Siéntate cómodamente en tu cama, o en el suelo, o en una silla.

    - Cierra los ojos y comienza a relajar tu cuerpo, coloca tus manos sobre el regazo, apoya los pies en el suelo, o bien crúzalos en modo indio,

    - Agradece por el día que comienza, porque estás con vida y respirando, y por lo que quieras agregar.

    - Toma una respiración profunda, puedes contar hasta 3 o 4 tomando aire, retener las respiración contando hasta 3 o 4 también y luego exhalar contando igual.

    - Nota cómo tu mente comienza a aquietarse, verás pasar pensamientos, y eso es lo que tienes que hacer, dejarlos pasar, sin detenerte a conversar con tus pensamientos.

    - Haz un decreto para el día

    - Setea una intención: por ejemplo: Hoy será un día diferente y en paz, me concentraré en el sí

    - Continúa respirando, hazlo durante 5 minutos. ¿Cómo puedes saber el tiempo? O bien colocas una alarma, o bien pones una música relajante que te guste y ves el tiempo que dura, sabrás que al finalizar el tema, pasaron esos minutos.

    - Mientras respiras, si si, sí, sí, sí hacia adentro, mentalmente, cada vez que te distraigas con pensamientos, repetirás: sí, sí.

    - Repite esto cada mañana.

    Te pregunto: ¿podrás tener 5 minutos diarios para decirle “sí " a la vida?

    Y cuando tengas que decir que no, dilo con un sí.

    Por ejemplo: ¿Paula, puedes ayudarme con este tema?

    Mi intención es ayudar, y decir que sí, pero de repente esa semana no tengo espacio porque ya tengo compromisos con otras cosas y personas, entonces pienso en la siguiente respuesta: sí, claro que quiero ayudarte, sin embargo esta semana estoy con compromisos ya, ¿te parece que agendemos un espacio para el lunes de la semana próxima?

    Dije que sí, porque claro, quería decir que sí. Y puse fecha.

    Algunas excepciones

    Qué sucede si quieres hacer este ejercicio del sí, pero no sientes decir que sí a la propuesta, puede suceder que al hacer este ejercicio, te des cuenta de que para decir que sí a cosas nuevas, tienes que dejar de decir que sí a cosas que no quieres, que son para otras personas y que te estancan. Presta atención a eso, y en ese caso, un no puede abrir la puerta a cosas positivas.

    Haz la prueba, y cuéntame, comparte para que se expanda esta energía.

    Vamos por una vida extraordinaria!

    Paula Cabalen


    El retorno de la inversión en entrenamiento ejecutivo de equipos gerenciales es exponencial y en minutos. Norman Vincent Peale.

  • Es todo un tópico afirmar que las empresas luchan por el talento. La obsesión de cualquier director de recursos humanos que se precie es captarlo, motivarlo, retenerlo y ponerlo a disposición del negocio.

    Sin entrar en mayores profundidades, podríamos afirmar que en una empresa coexisten dos tipos de talentos. El individual, atesorado en empleados y directivos, y el colectivo, que radica en su sistema de organización. El primero aporta creatividad y productividad personal, y el segundo, todavía más importante, si cabe, estructura la empresa, sus valores, órganos y funcionamiento con la finalidad de optimizar el talento de sus trabajadores.

    En una organización talentosa, el talento total resultante es muy superior al de la suma del que poseen sus componentes individuales. Si nos preguntaran si el talento nace o se hace responderíamos que el talento de la organización se hace, mientras que el de la persona tiene una doble dimensión: nace, pero también se hace. Construir una organización talentosa es una responsabilidad básica de sus gestores. Pero ése será otro tema. Centrémonos ahora en el talento individual: ¿Nace, o se hace? El talento nace, pero hay que desarrollarlo.

    ¿Nacemos con un talento determinado o es una facultad que desarrollamos con esfuerzo y experiencia? Desde siempre nos lo hemos cuestionado. La filosofía también se ocupó de ello: tanto Aristóteles como el británico John Locke, por ejemplo, defendieron la idea de que el talento se construye desde la mente en blanco de nuestro nacimiento. Platón consideraba que las matemáticas eran el conocimiento por excelencia de nuestra mente, y afirmó que su comprensión ya estaba instalada en el alma humana al nacer; la educación, por tanto, lo único que podía conseguir era rescatar y dar forma a ese saber innato.

    Un prestigioso neurocientífico del MIT, Steven Pinker, acaba de publicar The Blank Slate (la pizarra en blanco), en el que sostiene algo que parece evidente: que al nacer arrastramos una carga genética que condicionará de forma muy importante capacidades, comportamientos y motivaciones. Esta idea ha sido frecuentemente muy criticada, como determinista, por algunas corrientes de pensamiento, acusada por infravalorar la capacidad de superación con esfuerzo y aprendizaje.

    Los críticos a estas ideas sostienen que los hombres no deben limitarse a ser esclavos pasivos de su ADN. Pinker, al contrario, mantiene que la herencia genética, 'la naturaleza humana', condiciona a priori cualquier desarrollo a través de la educación o la interacción social. Propone un 'humanismo informado biológicamente (...) que trate a las personas con arreglo a cómo se sienten y no con arreglo a lo que alguna dudosa teoría dice cómo se deberían sentir...'.

    Puede que tenga razón. Entre los profesionales de los recursos humanos se dice: con mucho esfuerzo, puedes enseñar a un cerdo a trepar a un árbol, pero si quieres conseguirlo antes, mejor contrata a una ardilla. Por mucho que se esfuerce, una persona normal jamás ganará una medalla de oro olímpica en los cien metros lisos. Precisa, además de total dedicación, determinada naturaleza.

    Pero no podemos quedarnos ahí. La genética no lo es todo. Con entrenamiento adecuado, podemos mejorar nuestra marca. No partimos de una tabula rasa; cuando nacemos ya tenemos grabadas algunas capacidades. Pero el libro de nuestra vida está por escribir. Y, con nuestra libertad, esfuerzo y circunstancias somos nosotros los que rellenamos página a página. Con voluntad podemos aflojar nuestras ataduras genéticas.

    Afirmar que el talento tiene un elevado componente genético no quiere decir que trabajo y dedicación no sirvan para nada. Al contrario, con dedicación se puede aprender a hacer de casi todo. Y una persona con talento, si no lo ejercita, nunca podrá desarrollarlo. Podríamos decir que la capacidad potencial y total de talento es innata. Pero es un techo muy alto, que prácticamente no alcanzaremos. Por eso, para que un talento sea útil debe venir unido al esfuerzo y al deseo de superación.

    Es frecuente la siguiente reflexión del responsable que acaba de entrevistar a un candidato para cubrir un puesto de trabajo: 'Esta persona puede. Pero... ¿quiere? ¿Le motivará la responsabilidad? ¿Se comprometerá?'. Y es que la actitud para el trabajo es casi más importante que la aptitud. De ahí que las empresas, además de conocimientos y capacidades, busquen compromiso, deseo de superación e involucración con el proyecto. El talento innato es insuficiente; es necesario su desarrollo. Por eso, el talento nace, pero sobre todo se hace.

    Un fruto de una organización talentosa es la formación y desarrollo del talento que encierran sus componentes y que en muchos casos puede estar oculta. En muchas ocasiones es más rentable destacar esos talentos y darles una oportunidad que captarlos mediante talonario de la calle.

    Un reto más para los directores de recursos humanos. Saber combinar el talento innato, con el que podemos desarrollar por educación y experiencia.

    Manuel Pimentel


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  • Buen momento para releer a Antoine de Saint-Exupéry, autor de "El Principito”, en un período particular de su vida, escribió esta bella oración a Dios para pedirle un regalo raramente invocado:

    "No pido milagros y visiones, Señor, pido la fuerza para la vida diaria. Enséñame el arte de los pequeños pasos. Hazme hábil y creativo, para notar a tiempo en la multiplicidad y variedad de lo cotidiano, los conocimientos y experiencias que me atañen personalmente.

    Ayúdame a distribuir correctamente mí tiempo: dame la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario. Te pido fuerza, auto-control y equilibrio para no dejarme llevar por la vida y organizar sabiamente el curso del día. Ayúdame a hacer cada cosa de mi presente lo mejor posible, y a reconocer que esta hora es la más importante.

    Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien. Otórgame la lucidez de reconocer que las dificultades, las derrotas y los fracasos son oportunidades en la vida para crecer y madurar. Envíame en el momento justo a alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor. Haz de mí un ser humano que se sienta unido a los que sufren.

    Permíteme entregarles en el momento preciso un instante de bondad, con o sin palabras. No me des lo que yo pido, sino lo que necesito. En tus manos me entrego.

    ¡Enséñame el arte de los pequeños pasos!"


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