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Considerado uno de los inventores más grande de todos los tiempos. Hombre talentoso que con su genio e inteligencia hiciera más grande la ciencia. Destacado personaje que realizara cientos de pruebas y experimentos, logrando importantes inventos. Su nombre: Tomás Alva Edison.

Generalmente cuando usamos o utilizamos las cosas, jamás nos percatamos del modo o forma en que estas se consiguieron o tuvieron su origen. Escuchamos la radio, vemos televisión, enviamos un telegrama, hablamos por teléfono, prendemos una lámpara, nos subimos al carro, al tren o al avión... pero, hasta ahí.

Ser inventor no es fácil. Se requiere de tiempo, amor e inteligencia; no siempre de dinero. Las cosas (inventos) que disfrutamos han sido, muchas de ellas, producto de la casualidad, pero también producto del ahínco de grandes hombres que con su talento, tesón y esfuerzo han logrado que nosotros, humildes y a la vez orgullosos y vanidosos terrestres, vivamos con más y mejores comodidades.

Tomás Alva Edison nació en Ohio (Estados Unidos), el 11 de febrero de 1847. A pesar de que es considerado uno de los inventores más grandes que haya tenido la humanidad, el pequeño Edison ni siquiera pudo completar el primer año de la escuela elemental.

Nunca le gustaron las matemáticas. E hizo bien, no siempre son las tan llamadas “ciencias exactas”. Le disgustaban los números, era un hombre práctico. De ahí a que despreciara la teoría y la abstracción, o ésta le importara poco.

A menudo se equivocaba en sus juicios o explicaciones de los principios científicos en que basaba sus inventos o experimentos, pero tarde o temprano salía a relucir la luz de la verdad, y esa verdad era la suya. Todo podía funcionar sin necesidad de mucha “ciencia”.

A la edad que suelen meterse a los niños en las escuelas, Edison fue enviado a una de ellas. No estuvo mucho tiempo ahí. Apenas si habían transcurrido tres meses, cuando ya su madre lo había sacado. Su madre había sido maestra de escuela antes de casarse. Así, gracias a esto, con su experiencia, pudo continuar con la educación de su hijo y enseñarle los conocimientos básicos.

Cuando contaba diez años de edad, el pequeño Tomás podía leer ya libros bastante difíciles y complicados. Y, aunque continuó leyendo el resto de su vida, muy a menudo hacía mofa de los clásicos, lo mismo que se burlaba socarronamente de los métodos de educación y enseñanza en donde se enseña, al igual que ahora, pura teoría que a la mera hora no sirve para nada.

Edison salió de su casa y aprendió a valerse por sí mismo. El primer indicador que surgiera en él por la ciencia, fue a la edad de diez u once años cuando leyera un libro sobre este mismo tema. Un libro que hablaba sobre ciencias generales. Ya a esta edad, nuestro pequeño personaje tenía una aguda percepción de las cosas y fácilmente encontraba errores en las conclusiones de trabajos de los supuestamente hombres universitarios, de gran conocimiento y "gran ciencia".

La familia de Edison no era pobre; sin embargo, como sus experimentos solían costarle una buena y considerable cantidad de dinero, se le ocurrió la idea de ponerse a trabajar. Pidió permiso para vender periódicos en un tren. El producto de estas ganancias sería totalmente para sus experimentos.

Como era un niño sumamente vivo, tuvo la idea de “apropiarse” de uno de los tantos carros de ferrocarril. Así, en sus ratos libres, mientras no estaba vendiendo periódico, aprovechaba el tiempo para dedicarlo a sus experimentos. Él decía que tenía su "carro laboratorio".

Edison comenzó a experimentar primeramente en el campo de la electricidad. El telégrafo era una cosa que le interesaba particularmente. De ahí a que estudiara para operador de telégrafo. Sabía que estando ahí podía aprender mucho y a mejorar el sistema con que se contaba.

Se vivía la época de la Guerra Civil, la demanda de operarios de telégrafos aumentaba. A los 15, Edison tenía un puesto seguro en Port Hurton, Michigan, como operador nocturno. Sin embargo, se le presentaba un problema. El día lo utilizaba para llevar a cabo sus experimentos, la noche para dormir; pero, como tenía que trabajar como telegrafista en el turno de la noche, ¿cómo resolver este problema?

Pronto halló la solución. Se le requería que enviase una señal cada hora durante la noche, mientras hacía su guardia. Esto le condujo a su primer experimento. Inventó un aparato para enviar la mencionada señal mientras dormía.

El tiempo pasaba y Edison seguía aprendiendo. La experiencia se acumulaba. En 1868 obtiene un trabajo en la Western Union, en la ciudad de Boston. Sus inventos le requerían más y más tiempo. Ese mismo año, recibe su primera patente para la Cámara de Representantes (el Congreso).

Se trataba de un “Contador de Votos”, como esas máquinas que cuentan billetes. Edison pensaba que este tipo de aparato ahorraría tiempo y confusión. La idea era excelente, no así para los miembros de la cámara, ni tampoco para los políticos que contaban los votos. No había forma de hacer trampa... ¡Se les quitaba una herramienta de “depuración” en el conteo...!

En vista del “éxito” obtenido (con su Contadora de Votos), Edison decidió trabajar solamente en aquellos inventos para los que realmente hubiera una necesidad. Así fue como puso manos a la obra y dirigió sus esfuerzos por caminos más sabios y menos podridos o corruptos.

Un año después, en 1869, luego de haber perdido miserablemente todo su tiempo y dinero en la famosa Contadora de Votos, Edison llegó a Nueva York, si un centavo en la bolsa. En pocos días, ya tenía trabajo y ganando cientos de dólares al mes.

El trabajo consistía en un puesto que era el de supervisor de un aparato que indicaba los índices en el precio del oro, en una casa de agentes corredores de bolsa, en Manhattan. Tiempo después dejaría la Gold Indicator Company para dedicarse de lleno nuevamente a sus inventos.

El éxito de Edison fue grandioso. Mejoró el sistema de telégrafos, inventó repetidores telegráficos; pronto le seguiría el telégrafo duplex y automático. También mejoró un aparato donde se registraran en una cintilla perforada los cambios en la compra-venta de las acciones en la bolsa de valores.

Todos estos inventos o mejoras en los inventos le llevaron a obtener grandes ganancias y sumas de dinero. Simplemente, el de la cintilla le llevó a obtener, por su venta del invento, la suma de 40,000 (cuarenta mil) dólares de aquellos tiempos.

Edison era un hombre incansable. Había puesto su propia fabriquita. Empleaba a cincuenta hombres en dos turnos, él estaba al mando de ambos turnos. Sus empleados se cansaban bastante, pues no esperaban tanto. Les era difícil satisfacer las demandas de Edison, que parecía jamás cansarse, aunque su físico o rostro así lo indicase: le decían "el vejo", y eso que aún no cumplía los treinta.

Edison tenía una sorprendente memoria. Llegó a trabajar hasta en 50 experimentos a la vez. De todo llevaba “records” y anotaciones. Tan pronto estaba ayudándole a un operario en “X” experimento, como de pronto pasaba con otro para ver “Y” procedimiento. En 1874 inventó el telégrafo cuádruple y poco tiempo después logró producir el famoso micrófono de carbón.

Edison contrajo primeras nupcias con Mary Stillwell, en 1871, mientras aún vivía en Newark. La señora Edison murió en 1884 en Menlo Park, y Edison se trasladó a Orange, New Jersey, poco después. Más tarde volvería a casarse. Su segunda esposa fue Mina Miller con quien se casó en 1886. Ahí comprarían una extensa finca donde vivirían confortablemente, teniendo en ese mismo lugar su laboratorio.

La salud de Edison ya no era muy buena que digamos. Su debilidad física se acentuaba. Sus ojos ya no veían como antes. El sueño cobraba lo que se le debía. Se dice que de los 16 a los 65 años su promedio de sueño diario fue de cuatro horas.

Cuando estaba en vías de experimentación con el fonógrafo (otro de sus inventos) se sabe que trabajó cinco días y noches seguidas sin dormir. La sordera y la falta de vista le hicieron que evitara las presentaciones en público. Además, no le gustaban los honores.

En 1891, consiguió uno de los más grandes inventos: el proyector y la cámara lenta de cine. El primer comercial de cine fue hecho y realizado en su estudio. Más tarde vendería una de sus patentes a Marconi. También, producto de sus estudios, aunque no directamente atribuidos a él están los inventos del telégrafo inalámbrico y el principio del tubo especial lumínico, principio indispensable de la radio, fonógrafo, teléfono y televisión.

El “Mago de Menlo Park”

A Edison se le conoce como “El Mago” de Menlo Park. Se le decía así porque era como un brujo a mago de loe experimentos: todo lo componía. Fue ahí la cuna de la lámpara incandescente, una de sus más grandes contribuciones a la humanidad.

Murió el 8 de octubre de 1831. Sus grandes inventos dejados al género humano lo han convertido en uno de los más grandes hombres de la historia. La luz, la energía eléctrica, algo de lo que todos gozamos, sin saber muchas veces de dónde vino, si de un simple interruptor, o de un gran genio como lo fue Tomás Alva Edison.

Tomado del periódico “El Porvenir” de Monterrey, México, el 13 de noviembre de 1989.


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